Unas rocas de Groenlandia muestran los registros más antiguos del campo magnético de la Tierra

El campo magnético ha sido fundamental en la formación y protección de nuestro planeta. No solo ha colaborado en la navegación a lo largo de los siglos guiando las brújulas, sino que también ha protegido la capa de ozono y nos ha defendido de la radiación ultravioleta y los vientos solares.

Por ello, conocer sus orígenes y cambios en el tiempo es fundamental para entender el futuro de este escudo protector. El registro más antiguo del mundo del campo magnético se escondía al suroeste de Groenlandia, en el cinturón de rocas verdes de Isua, y ha sido analizado en una investigación dirigida por las universidades de Oxford y el MIT.

Su trabajo acaba de publicarse en el Journal of Geophysical Research. En ella se recupera el registro del campo magnético de la Tierra de hace 3700 millones de años, de cuando datan estas rocas groenlandesas, las más antiguas y mejor conservadas del mundo. Todo indica a que el campo que rodeaba a la Tierra hace millones de años es muy similar al actual. El hierro examinado en estas rocas muestra que capturaron una intensidad de campo magnético de al menos 15 microtesla, cifra cercana a los 30 microtesla del campo magnético moderno.

Perder el campo magnético podría resultar desastroso para la vida tal y como la conocemos. «Si la Tierra no tuviera campo magnético, perderíamos nuestra magnetosfera protectora, exponiendo la superficie terrestre a una mayor radiación solar y cósmica», apunta la investigadora principal del estudio, la profesora Claire Nichols. Añade que es probable que la vida pudiera sobrevivir a este suceso, pues «no han ocurrido extinciones masivas en los periodos que el campo magnético se ha debilitado», aclara Nichols. Así lo demuestra el hecho de que hace cientos de miles de años se debilitó el campo magnético por las reversiones solares, pero esto no supuso la desaparición de nuestro antecesor que caminaba entonces por la Tierra, el Homo erectus.

Sin embargo, la Tierra quedaría desprotegida ante el viento solar, una corriente de partículas cargadas liberadas por el Sol que llevan consigo radiación cósmica dañina. Supondría el fin de las condiciones climáticas adecuadas que permiten tomar el sol y el funcionamiento del GPS. Los niveles de radiación ultravioleta serían tan altos que los satélites fallarían, se producirían interferencias en las ondas empleadas para la comunicación y el riesgo de cáncer de piel sería extremadamente alto.

El viento solar era significativamente más fuerte en el pasado y todo parece indicar que la protección ha aumentado con el tiempo. Este hecho habría favorecido que la vida saliera de los océanos para expandirse y evolucionar en la superficie terrestre. También, ha contribuido al desarrollo de la atmósfera tal y como la conocemos, especialmente en lo que se refiere al escape atmosférico de gases. Por ello, un mejor entendimiento de la fuerza y variabilidad del campo magnético puede ayudar en el conocimiento de los elementos necesarios para el surgimiento de vida en otros planetas.

LA INFLUENCIA Y EVOLUCIÓN

La formación del núcleo sólido de la Tierra se relaciona con las variaciones en la intensidad del campo magnético, por lo que avanzar en el estudio de este gran escudo protector nos ayudará a entender otros procesos terrestres. Por ejemplo, la rapidez con la que el calor se escapa del interior de la Tierra, lo que influye en eventos como el propio movimiento de las placas tectónicas.

Aún quedan algunas cuestiones abiertas. Los expertos no han sabido determinar cuándo se estableció el campo magnético moderno. El planeta Tierra se formó hace 4.600 millones de años. Durante su formación, el núcleo interno sólido todavía no se había creado. El núcleo es clave para la aparición del campo magnético, por lo que se desconoce cómo se sostenía el campo magnético primitivo. Sin embargo, los nuevos resultados proporcionados por el estudio apuntan a que este intrigante mecanismo primitivo era igual de eficiente que en la actualidad.