El descubrimiento en la Gran Muralla China: granadas explosivas de piedra
La Gran Muralla China es uno de los trabajos arquitectónicos más grandiosos jamás realizados. Reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esta enorme red de estructuras defensivas cubrió alguna vez una vasta área que hoy se encuentra en el sur de Mongolia y el norte de China.
Está formada por miles de muros, muchos de los cuales discurren paralelos entre sí. Fue construida durante dos milenios para defenderse de varios grupos nómadas. Las primeras partes se construyeron en el siglo VII a.C. Aún así, no fue hasta el siglo III a.C. que Qin Shi Huang, el primer emperador de una China unida, unió los muros existentes en una sola estructura para protegerse de las incursiones del norte.
Algunos textos antiguos indican que se libraron varias feroces batallas alrededor de la muralla y no escaseaban los enemigos que la intentaron asediar. Las autoridades chinas llevan décadas estudiando y preservando la Gran Muralla, lo que ha culminado con varios descubrimientos a lo largo de los años. Ahora, los arqueólogos chinos se han topado con algo inusual: un antiguo alijo de armas que se estima que tiene más de 500 años.
Pero lo más curioso es que se trata de decenas de granadas de piedra. Fueron encontradas en un almacén junto a la Gran Muralla de Badaling, una sección de la muralla construida por la dinastía Ming a unos 80 kilómetros al noroeste de Pekín. Un hallazgo que da pistas de las tácticas militares utilizadas en la época y de que tanto los defensores como los atacantes tuvieron acceso a armas explosivas durante la dinastía Ming, que gobernó China desde 1368 hasta 1644.
«Estas piedras aparentemente anodinas tienen un agujero redondo en el centro para rellenos de pólvora. Después de llenarse, se pueden sellar y tirar, lo que no sólo puede golpear al enemigo sino también provocar una explosión para derrotarlo», explicaba Ma Lüwei, arqueólogo especializado en la antigua historia militar china, en este artículo del medio chino Global Times. Esas armas eran fáciles de fabricar y también eran muy útiles para que los soldados las arrojaran a los invasores. No sólo tenían un poderío explosivo, sino que eran incendiarias.
Artefactos devastadores en el campo de batalla
Tal y como comenta el historiador Tonio Andrade en su libro La era de la pólvora: China, la innovación militar y el ascenso de Occidente en la historia mundial, muchas investigaciones indican que el origen de la pólvora se sitúa en China en el siglo IX. Aunque cuando comenzó la dinastía Ming, ya se utilizaban muchos tipos de armas de pólvora en el este de Asia, incluidos artefactos explosivos con estrambóticos nombres como «ratas voladoras», «ladrillos refractarios» o «bolas de fuego de abrojo».
Según el experto, las bombas eran devastadoras en el campo de batalla cuando eran lanzadas por catapultas. En textos antiguos, un comandante llamado Zhao Yurong describió el daño de la siguiente manera: «El enemigo bárbaro atacó la Torre Noroeste con un flujo incesante de proyectiles desde trece catapultas. Cada disparo fue seguido por una bomba incendiaria de hierro, cuyo sonido era como un trueno. Ese día, los soldados de la ciudad que se enfrentaron a los disparos de las catapultas mostraron gran coraje mientras maniobraban nuestras propias catapultas, obstaculizados por las heridas de las bombas incendiarias. Sus cabezas, sus ojos, sus mejillas explotaron en pedazos y sólo quedó la mitad de sus caras».
Además del depósito de armas, los arqueólogos también han descubierto en la zona un muro con forma de «cabeza de caballo» utilizado para lanzar proyectiles y disparar flechas. Y también se ha hallado restos de un fuerte de piedra cerca de la muralla, así como hogueras, estufas, palas y utensilios. Los guardias fronterizos y centinelas de la dinastía Ming tenían que realizar sus quehaceres diarios en lo alto de las torres defensivas de la muralla, siempre y cuando el fuego enemigo se lo permitiera.