Hay más testigos de la tragedia en el Cuscatlán

Siete periodistas de Grupo LPG cubrían el partido en el estadio. Su testimonio acerca de lo vivido en el Cuscatlán documenta también la tragedia.

Indolencia, falta de control, incompetencia y deficiencias de infraestructura. De esos factores se ha hablado en las últimas horas para entender la tragedia ocurrida el sábado en el estadio Cuscatlán; la Fiscalía General de la República adelantó que los participantes en la logística y en la competencia están bajo la misma lupa.

Lo cierto es que mientras unas 18 mil personas se aprestaban a disfrutar de la vuelta de cuartos de final cómodamente sentadas en el escenario, varios cientos se agolpaban unas sobre otras en el único túnel dispuesto para el ingreso de sol; la presión de quienes querían entrar fue tal que el portón de ingreso colapsó y decenas quedaron aplastadas. Pero adentro, nadie sabía nada, ni los organizadores ni los agentes policiales que protegen el terreno de juegos ni los protagonistas deportivos ni los aficionados. La magnitud de la tragedia se fue develando de a poco y luego aceleradamente en una dolorosa vorágine de eventos.

Auxilio. Un aficionado logró superar los controles policiales y llegó hasta Henry Romero, del Alianza, para pedirle auxilio.

Máximo Villalta, camarógrafo de EL GRÁFICO, llegó al estadio junto al reportero Diego Viana a eso de las 5:30 p.m. «Me pareció que había demasiada gente en el sector de ingreso de sol. Una vez dentro, en la cancha, comencé a caminar alrededor, detrás de las vallas, para hacer tomas del ambiente, y unos diez minutos antes de que arrancara el juego, ya empecé a escuchar a la gente diciendo que había un problema en ese túnel, y la verdad es que se veía una aglomeración diferente a la habitual en ese lugar», recuerda.

La siguiente señal fue contundente: los aficionados comienzan a trepar el alambrado ignorando los reclamos de los agentes de la Unidad de Mantenimiento del Orden y le solicitan al árbitro suspender el partido. «Y entonces fue que entendí que algo grave había ocurrido.»

Suspéndalo. Eran cerca de las 7:48 p.m. y los primeros aficionados ya salían como podían del túnel siniestrado, pero la sensación era que el partido seguiría.

El fotoperiodista Carlos Cárdenas estaba apostado en una esquina del costado norte cuando notó lo mismo. «El árbitro se acercó al administrativo y luego de unos minutos de incertidumbre advertí que había varias personas dándole aire a otras ondeando sus camisas. Y luego, pese a que los policías bloqueaban el ingreso a la cancha, unos diez aficionados lograron superarlos e invadieron el césped, y entonces corrí a ver qué pasaba».

“Esta tragedia era inminente, detonaron todos los factores: alto riesgo, mucha gente, mal manejo policial, logística…”
Julio Umaña, fotoperiodista de Grupo LPG

Cárdenas consignó en una serie de fotografías a un aficionado saltándose las vallas y corriendo hacia Henry Romero, del Alianza, para pedirle que fuese a ver lo que ocurría para que detuvieran el partido y les ayudaran.

Tragedia. Tras esas vallas ya había lesionados y desmayados. Romero los vio y de inmediato pidió auxilio a los cuerpos de socorro.

«Un par de Comandos de Salvamentos ya estaban ahí auxiliando. Para cuando llegué a ese costado de la cancha, las puertas ya estaban de par en par y comenzamos a ver a la gente que llevaban cargada, a todos los pusieron detrás de las vallas».

Su colega fotoperiodista Julio Umaña ya se le había unido en ese sector de la cancha. «Yo estaba sentado a un costado de la portería sur, justo enfrente de donde pasó todo. Ya había visto pasar dos cuadrillas de los Comandos de Salvamento, pero pensé que era por alguna persona desmayada por el calor, porque la sensación térmica era bien fuerte. Pero no me imaginé que fuera aquello, si el estadio estaba, si acaso, a un 60 por ciento de su capacidad», sostiene Julio. «En cuanto llegué, ya tenían a dos personas en la gramilla y todo se desató. La gente gritaba, una señora me decía que arriba, desde la explanada, los policías habían cerrado desde las 6 p.m. y que la gente se había acumulado y sofocado, y que habían botado el portón. Yo escuchaba y fotografiaba».

Realidad. Romero regresa a informar a sus compañeros de lo que ha ocurrido; detrás suyo, el gerente albo Edwin Abarca.

LA IRA Y LA EMPATÍA

A ambos fotoperiodistas así como a Máximo les faltan adjetivos para describir la escena. Según Cárdenas, «parecía un campo de guerra, en todos lados estaban resucitando personas. Para cuando llegaron los más graves, los que estaban al costado del portón, nos pidieron a todos que nos apartáramos. Y de repente escuché a uno de Comandos diciendo ‘Este ya se fue’ y luego se vino un segundo largo, un segundo de silencio terrible».

Umaña recuerda haber conversado con un adolescente de 17 años que había llegado con su tío y su primo; sólo ellos lograron salir. Y también recuerda un hedor porque «algunas personas, supongo que por el pánico, hicieron sus necesidades en la cancha».

Máximo recuerda dos cosas,:que la gente se quejaba de que la Policía les había cerrado las puertas y que uno de los socorristas, abrumado, no sabía cómo atender a un herido.

¡Abran! Durante algunos minutos, los agentes dudaron entre abrir o no las puertas.

Umaña vio morir a cuatro personas. «Nunca había visto morir a nadie. El primero que vi fue un hombre, lo llevaron ya inconsciente sobre la cancha, uno de Comandos de Salvamento intentó revivirlo manualmente, luego boca a boca, resucitación mecánica, oxígeno… ya estaba morado. ‘Dejémoslo, ya murió’, dijo el socorrista, y se fue a auxiliar a otra persona. Fue duro…»

Igual de abrumadora fue la reacción del público, pues los tres comunicadores consignan haber sido objeto de insultos y amenazas. «El ambiente se puso violento porque no querían que tomáramos fotos ni videos, los aficionados nos querían desalojar de manera amenazante pero nuestro compromiso era documentar todo lo que estaba pasando», sostiene Cárdenas.

Estupor. Solamente el paso de las horas permitió al público entender el tamaño de la tragedia registrada en el túnel de sol.

Los periodistas continuaron en lo suyo, confortados también por la respuesta solidaria de los jugadores y staff de ambos equipos. «Los primeros en auxiliar fueron los de Comunicaciones del Alianza, se quitaron la camisa, se pusieron a darle asistencia a todos los que podían», reconoce Villalta, «y los jugadores se les unieron».

Los del FAS ayudaron a varias personas a bajar hasta la cancha y les hidrataban con todos los aperos que tenían en sus hieleras. Según pudo consignar Francisco Torres, reportero deportivo que estaba viendo el juego desde tribuna sur, entre la barra fasista, la actuación de sus jugadores y las señas del portero Kevin Carabantes pidiéndoles que dejarán de cantar, amainó la mezcla de confusión y molestia que sentían los hinchas visitantes.

Mientras, sobre la cancha el aliancista Iván Mancía le daba el apoyo emocional que podía a algunos aficionados.

“Vienen jugando con la vida de las personas hace tiempo. Ya no tendrían que jugar el torneo. Ningún partido del mundo vale una vida”.
Carlos Cárdenas, fotoperiodista de Grupo LPG

Afuera, en un episodio que también fue consignado en video por un colaborador de Grupo LPG, una mujer sufría una crisis nerviosa y convulsionaba justo en la puerta de salida del camerino aliancista. Alexander Larín y Narciso Orellana la auxiliaron y le buscaron asistencia profesional.

Desde la perifonía se pidió al público desalojar el inmueble, lo cual fue contraproducente, porque, debido a la evacuación de toda la fanaticada, las ambulancias se vieron imposibilitadas de salir por la estrecha calle que cruza frente al estadio. «De pronto la cancha era como un mar de gente rumbo a platea, para abandonar el inmueble, y fue un contraste terrible: los cuerpos a un lado, la Policía ingresó de manera violenta, golpeando aficionados para poder desalojar la salida de platea y llevarse encamillados a los más graves… ¡y hubo gente que estando en la cancha todavía fue a tomarse fotos con los jugadores!», recuerda Cárdenas. «Creo que eso pasó porque aún en la evacuación, ignoraban el calibre de la tragedia», opina Villalta.

Desorden. La salida del público ordenada desde la perifonía no tuvo el ‘timing’ recomendable y el flujo de gente fue otro problema para las ambulancias.

Uno de los que pudo abandonar fue el periodista Diego Viana, quien junto al camarógrafo Pío Ramos salieron a documentar lo que ocurría fuera, luego de haber estado en el área de platea.

Al nomás salir se encontraron con Sandra Argueta, aficionada del Alianza, quien sobrevivió a la estampida y compartió un testimonio acerca de cómo una señora a la que auxiliaba se desvaneció entre sus brazos en la cancha. Su impactante relato sobre lo ocurrido se viralizó al final de la noche y superó el millón de visualizaciones en las redes sociales.

EPÍLOGO

Cárdenas y Umaña esperaron en la cancha hasta que Medicina Legal e Inspecciones Oculares concluyeron su trabajo. «Cerca del hueco donde estaba el portón, a eso de la 1:00 de la mañana, salió una persona con un listado de los fallecidos y unas 100 personas se agolparon a su alrededor. Un minuto estuvo ahí la persona, leyó un par de nombres y se fue, así que muchos de ellos se fueron sin saber qué pasó con sus familiares», recuerda Cárdenas.

Saldo fatal. Poco después de la medianoche, las autoridades levantaron los cuerpos tras el trabajo de Medicina Legal e Inspecciones Oculares.

Para él, esta tragedia debe marcar un antes y un después. «Vienen jugando con la vida de las personas hace tiempo. Es inhumano no tener la sabiduría de abrir el otro portón. Ya no tendrían que jugar el torneo. Ningún partido del mundo vale una vida y son 12 las personas fallecidas».

Julio Umaña no pudo dormir después de lo vivido. «Esta tragedia era inminente, desde nuestra experiencia eso de que cierran las puertas ocurre desde años atrás, pero esta vez detonaron todos los factores: alto riesgo, alta convocatoria, cerraron el portón a las 6 :00 p.m., mal manejo policial y la organización. Las condiciones eran óptimas para que ocurriera el desastre, y finalmente ocurrió», considera.

Y Máximo fue tajante acerca de las razones del caos: «No estamos preparados para esos eventos a nivel de logística. En el momento más álgido, no había nadie dirigiendo nada; lo otro es que mucha gente llegó alcoholizada desde temprano y así es más difícil de organizar».

Minutos antes… todo apuntaba a una noche de fiesta entre dos de los mejores equipos.