Hay más testigos de la tragedia en el Cuscatlán
Siete periodistas de Grupo LPG cubrían el partido en el estadio. Su testimonio acerca de lo vivido en el Cuscatlán documenta también la tragedia.
Indolencia, falta de control, incompetencia y deficiencias de infraestructura. De esos factores se ha hablado en las últimas horas para entender la tragedia ocurrida el sábado en el estadio Cuscatlán; la Fiscalía General de la República adelantó que los participantes en la logística y en la competencia están bajo la misma lupa.
Lo cierto es que mientras unas 18 mil personas se aprestaban a disfrutar de la vuelta de cuartos de final cómodamente sentadas en el escenario, varios cientos se agolpaban unas sobre otras en el único túnel dispuesto para el ingreso de sol; la presión de quienes querían entrar fue tal que el portón de ingreso colapsó y decenas quedaron aplastadas. Pero adentro, nadie sabía nada, ni los organizadores ni los agentes policiales que protegen el terreno de juegos ni los protagonistas deportivos ni los aficionados. La magnitud de la tragedia se fue develando de a poco y luego aceleradamente en una dolorosa vorágine de eventos.
Máximo Villalta, camarógrafo de EL GRÁFICO, llegó al estadio junto al reportero Diego Viana a eso de las 5:30 p.m. «Me pareció que había demasiada gente en el sector de ingreso de sol. Una vez dentro, en la cancha, comencé a caminar alrededor, detrás de las vallas, para hacer tomas del ambiente, y unos diez minutos antes de que arrancara el juego, ya empecé a escuchar a la gente diciendo que había un problema en ese túnel, y la verdad es que se veía una aglomeración diferente a la habitual en ese lugar», recuerda.
La siguiente señal fue contundente: los aficionados comienzan a trepar el alambrado ignorando los reclamos de los agentes de la Unidad de Mantenimiento del Orden y le solicitan al árbitro suspender el partido. «Y entonces fue que entendí que algo grave había ocurrido.»
El fotoperiodista Carlos Cárdenas estaba apostado en una esquina del costado norte cuando notó lo mismo. «El árbitro se acercó al administrativo y luego de unos minutos de incertidumbre advertí que había varias personas dándole aire a otras ondeando sus camisas. Y luego, pese a que los policías bloqueaban el ingreso a la cancha, unos diez aficionados lograron superarlos e invadieron el césped, y entonces corrí a ver qué pasaba».
“Esta tragedia era inminente, detonaron todos los factores: alto riesgo, mucha gente, mal manejo policial, logística…”
Julio Umaña, fotoperiodista de Grupo LPG
Cárdenas consignó en una serie de fotografías a un aficionado saltándose las vallas y corriendo hacia Henry Romero, del Alianza, para pedirle que fuese a ver lo que ocurría para que detuvieran el partido y les ayudaran.
«Un par de Comandos de Salvamentos ya estaban ahí auxiliando. Para cuando llegué a ese costado de la cancha, las puertas ya estaban de par en par y comenzamos a ver a la gente que llevaban cargada, a todos los pusieron detrás de las vallas».
Su colega fotoperiodista Julio Umaña ya se le había unido en ese sector de la cancha. «Yo estaba sentado a un costado de la portería sur, justo enfrente de donde pasó todo. Ya había visto pasar dos cuadrillas de los Comandos de Salvamento, pero pensé que era por alguna persona desmayada por el calor, porque la sensación térmica era bien fuerte. Pero no me imaginé que fuera aquello, si el estadio estaba, si acaso, a un 60 por ciento de su capacidad», sostiene Julio. «En cuanto llegué, ya tenían a dos personas en la gramilla y todo se desató. La gente gritaba, una señora me decía que arriba, desde la explanada, los policías habían cerrado desde las 6 p.m. y que la gente se había acumulado y sofocado, y que habían botado el portón. Yo escuchaba y fotografiaba».
Umaña vio morir a cuatro personas. «Nunca había visto morir a nadie. El primero que vi fue un hombre, lo llevaron ya inconsciente sobre la cancha, uno de Comandos de Salvamento intentó revivirlo manualmente, luego boca a boca, resucitación mecánica, oxígeno… ya estaba morado. ‘Dejémoslo, ya murió’, dijo el socorrista, y se fue a auxiliar a otra persona. Fue duro…»
Igual de abrumadora fue la reacción del público, pues los tres comunicadores consignan haber sido objeto de insultos y amenazas. «El ambiente se puso violento porque no querían que tomáramos fotos ni videos, los aficionados nos querían desalojar de manera amenazante pero nuestro compromiso era documentar todo lo que estaba pasando», sostiene Cárdenas.
Al nomás salir se encontraron con Sandra Argueta, aficionada del Alianza, quien sobrevivió a la estampida y compartió un testimonio acerca de cómo una señora a la que auxiliaba se desvaneció entre sus brazos en la cancha. Su impactante relato sobre lo ocurrido se viralizó al final de la noche y superó el millón de visualizaciones en las redes sociales.
EPÍLOGO
Cárdenas y Umaña esperaron en la cancha hasta que Medicina Legal e Inspecciones Oculares concluyeron su trabajo. «Cerca del hueco donde estaba el portón, a eso de la 1:00 de la mañana, salió una persona con un listado de los fallecidos y unas 100 personas se agolparon a su alrededor. Un minuto estuvo ahí la persona, leyó un par de nombres y se fue, así que muchos de ellos se fueron sin saber qué pasó con sus familiares», recuerda Cárdenas.
Para él, esta tragedia debe marcar un antes y un después. «Vienen jugando con la vida de las personas hace tiempo. Es inhumano no tener la sabiduría de abrir el otro portón. Ya no tendrían que jugar el torneo. Ningún partido del mundo vale una vida y son 12 las personas fallecidas».
Julio Umaña no pudo dormir después de lo vivido. «Esta tragedia era inminente, desde nuestra experiencia eso de que cierran las puertas ocurre desde años atrás, pero esta vez detonaron todos los factores: alto riesgo, alta convocatoria, cerraron el portón a las 6 :00 p.m., mal manejo policial y la organización. Las condiciones eran óptimas para que ocurriera el desastre, y finalmente ocurrió», considera.
Y Máximo fue tajante acerca de las razones del caos: «No estamos preparados para esos eventos a nivel de logística. En el momento más álgido, no había nadie dirigiendo nada; lo otro es que mucha gente llegó alcoholizada desde temprano y así es más difícil de organizar».