La fructosa se convierte en ‘comida’ para el cáncer por medio del hígado

Un rasgo común de las células tumorales es su avidez por la glucosa, que les sirve de combustible para crecer. La fructosa también participa en ese fenómeno de «metabolismo de Warburg», pero una nueva investigación muestra que en lugar de ser captada directamente por los tumores, llega a ellos una vez se ha metabolizado en el hígado.

Así lo demuestra un estudio que se publica hoy miércoles en Nature y que han llevado a cabo investigadores de la Universidad Washington en Saint Louis (EEUU). Habida cuenta de la presencia cada vez mayor de fructosa en los alimentos, los investigadores se preguntaron cómo influye este azúcar en la proliferación de los tumores.

Al igual que la glucosa, la fructosa se encuentra de forma natural en frutas, verduras, productos lácteos y cereales, pero también se añaden como edulcorante en muchos alimentos procesados, desde los bollos a las salsas. Según datos facilitados por los investigadores, antes de la década de 1960, en Estados Unidos se consumía relativamente poca fructosa en comparación con las cifras actuales. Hace un siglo, una persona media tomaba entre algo más de 3,5 litros de fructosa al año. En el siglo XXI, esa cifra se ha multiplicado por 15.

Los científicos partían de la idea de que las células tumorales metabolizan la fructosa al igual que hacen con la glucosa, pero se toparon con el papel del hígado en el proceso; este transforma la fructosa en nutrientes (lípidos) que pueden utilizar las células del tumor para crecer.

Para estudiar los efectos de la fructosa en el cáncer, se sirvieron de diversos modelos experimentales. Alimentaron con altas dosis del azúcar a peces cebra (Danio rerio) y a ratones que tenían tumores, también expusieron a elevadas concentraciones a células humanas tumorales cultivadas con células hepáticas.

Hace un siglo, una persona media tomaba entre algo más de 3,5 litros de fructosa al año. En el siglo XXI, esa cifra se ha multiplicado por 15

Así descubrieron que la fructosa añadida favorecía el crecimiento tumoral sin modificar el peso corporal de los ratones, ni sus niveles de glucosa o insulina en ayunas. «Nos sorprendió ver que tenía un impacto bastante drástico. En algunos casos, la tasa de crecimiento de los tumores se multiplicó por dos o incluso más«, detalla Gary Patti, profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Washington y director de la investigación. «Comer mucha fructosa era claramente muy malo para la progresión de estos tumores».

También constataron que las células tumorales metabolizan la glucosa con facilidad, pero no la fructosa, debido a que no expresan de forma adecuada las enzimas necesarias para ello. En cambio, sí lo hacen las células hepáticas, que pueden convertir la fructosa en determinados lípidos que alimenta la proliferación de los tumores.

Interacción del cáncer con el tejido sano

Al pensar en cómo influye la alimentación en el cáncer, «tendemos a centrarnos en los componentes de la dieta que consumen directamente los tumores. Introducimos algo en el cuerpo e imaginamos que el tumor lo absorbe. Pero los humanos somos complejos. Lo que pones en tu cuerpo puede ser consumido por el tejido sano y luego convertido en otra cosa que los tumores utilizan», añade Patti.

El científico Alejo Efeyan, jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), quien no ha participado en este trabajo, señala a DM que «si bien sabíamos que muchas células tumorales utilizan directamente la fructosa de manera autónoma para crecer -como ocurre con el cáncer de colon-, en este trabajo los autores muestran cómo las células tumorales no utilizan la fructosa, sino que se sirven a distancia de las funciones del hígado, que de forma natural transforma la fructosa en ciertos lípidos (grasas)».

Es un proceso complejo, destaca Efeyan, «pero nos muestra nuevamente cómo el metabolismo de los órganos normales del paciente es clave para el crecimiento del tumor. En otras palabras, nos recuerda que no podemos entender el cáncer sin entender el metabolismo del huésped, las interacciones de las células tumorales con su entorno (como el sistema inmune, con los vasos sanguíneos) y e incluso con órganos metabólicos como el hígado, que está a billones de células de distancia».

Melanoma, cáncer de mama y de ovario

En este trabajo, se estudió el melanoma, el cáncer de mama y el de ovario, neoplasias que no son necesariamente más susceptibles al efecto del azúcar. Y ahí radica, subraya el científico del CNIO, la clave de este estudio: «No necesariamente deben ser sensibles, o espolearse metabólicamente con azúcares, ya que el incremento de azúcares, de manera indirecta, nutre los tumores por un eje metabólico mediado por la transformación de esos azúcares en grasas en otro órgano».

Estos hallazgos plantean una potencial vía de actuación contra el cáncer, además del mensaje inmediato sobre la alimentación más adecuada durante un proceso oncológico, y que no necesariamente implica prescindir de la fruta fresca.

«Los autores suministran una altísima cantidad de fructosa en el agua de bebida a los ratones, y también en peces. Es lícito pensar que un consumo razonable de fructosa en frutas no tiene el mismo efecto. Además, sabemos desde hace tiempo que el elevado consumo de azúcares tiene muchos efectos negativos sobre la salud, más allá del cáncer. El corolario de este artículo es que sumamos otra razón para moderar o directamente eliminar la ingesta innecesaria de altos niveles de azúcares«, reflexiona Alejo Efeyan.